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sábado, 1 de diciembre de 2012

«Prosigue la Historia de Gulguli-Chemamé, Princesa de Tesis»


 
Mil y un cuartos de hora. Cuentos tártaros, de Fray Miguel de Sequeiros*.

          El buen rey Fanfur [1], señor, prosiguió Ben-Eridoun, después de seis años de ausencia del principe Outzim-Ochantey, a quien ya no contaba entre los vivos, se había al cabo determinado a darse otro heredero. No había tres meses que había hecho elección de una esclava de rarísima belleza que había elevado al trono, cuando Gulguli-Chemamé entró en Nanquin[2], capital de la China, adonde este príncipe hacía su residencia.  
          Como ella no quería darse a conocer, tuvo el cuidado de ocultar su sexo con el traje de hombre; y no obstante ese disfraz, su buena gracia, y el aire gracioso de su persona, no la hicieron ser menos notada de todos los moradores de Nanquin. 
          Fanfur, que con su nueva esposa estaba a la ventana de su palacio, a tiempo que la princesa de Tesis pasaba, fue curioso de saber quién era un extranjero de tan buena cara: mandó le dijesen le quería hablar y Gulguli-Chemamé, habiéndose presentado delante de aquel monarca, con un aire que le agradó sobre manera, le dijo que era un hijo de un príncipe de la Georgia, y que se llamaba Soufél, y que viajando solo por su gusto, pensaba de hacer en Nanquin larga mansión.
          La reina Kamcém (este era el nombre de aquella esclava), a quien Fanfur había dado parte de su trono, estaba con este monarca cuando hizo llamar a Gulguli-Chemamé: ella le representó, que no era  grandeza suya permitir que un extranjero como Soufél posase en otra parte que en palacio, y este buen rey, que siguiendo el uso de las gentes de cierta edad, que se desposan con personas mozos, se dejaba gobernar enteramente por su mujer, aprobó un consejo en que el amor de Kamcém tenía más parte que la generosidad. Ella no pudo echar los ojos sobre un hombre tan cabal, sin hacer de él comparación con el rey Fanfur. Este príncipe, por quien ella no tenía inclinación alguna, le pareció espantosamente feo en aquel momento, y sintió nacer en su corazón una violentísima pasión al joven Soufél.
          La favorable acogida que ella le hizo no movió a Fanfur persuadido de la sabiduría de la reina. Él mismo la ministraba cada instante los medios de entretener a Soufél; y Kamcém no esperó mucho tiempo para declararle lo que pasaba en su corazón. 
          Gulguli-Chemamé, que había atribuido las honras que recibía de esta princesa a un motivo del todo diferente del que la impelía, quedó admirada de una declaración tan pronta y tan urgente: quedó inmóvil cuando Kamcém, interpretando favorablemente su silencio, prosiguió de esta manera: 
           [Continuará]





[1]  Fanfur. Sigo la anotación del autor a otro pasaje. «Ha habido un príncipe, llamado Fanfur, que reinó en la China el año de 1289.»
[2] Nanquin. «Nanking. Ciudad China, en la región oriental, capital de la provincia de Kiangsu».
 


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