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miércoles, 26 de julio de 2017

Sanlúcar y Doñana en la pluma de Fernán Caballero

La relación de Fernán Caballero con Sanlúcar data de los años 50. Es conocido que, al menos desde 1848, en Cecilia Böhl trataba en El Puerto de Santa María, a los duques de Montpensier, que aun residiendo en Sanlúcar, asistían con frecuencia a las célebres corridas portuenses acompañados del escritor francés Antoine de Latour, por aquel entonces instructor de los infantes. A principios de 1854 Cecilia Böhl de Faber se establece en Chiclana, pero, muy descontenta de su vida en dicha población, se muda a Sanlúcar al año siguiente, y se instala en una casa cedida por el viticultor y escritor José Pastrana Seik, con quien mantendrá una deliciosa correspondencia, en la que no faltarán las menciones a la problemática del cultivo de la vid.
Manning, Spanish Pictures, 1870.  
Posiblemente, durante esta estancia que se prolongó hasta febrero de 1857 en que fue autorizada a ocupar una vivienda en el Alcázar de Sevilla, conoció a algunos de los personajes que le inspiraron su relato Dicha y suerte, que vería la luz en el tomo I  de la edición de los Cuadros de costumbres realizada por Mellado en 1862. El primero de los seis capítulos (1) en que se distribuye la materia narrativa, está dedicado a describir el marco espacial del relato:

Biblioteca Digital Hispánica

En aquel Coto, que quizá como ningún otro paraje de Europa, nos representa la Naturaleza en su primitivo estado, bello, inculto y despoblado, pueden figurar propiamente el papel de Noé, los guardas puestos allí por los duques y cuyos cargos se suelen heredar de padres a hijos. En aquella soledad, de la que sobre todo los ancianos casi nunca salen, conservan en su carácter y costumbres mucho de patriarcal y de inocente. (...)

En estas descripciones, la autora se interesa mucho por reunir documentación exacta y, para ello, no dudaba en requerir a sus familiares y conocidos que le proporcionaran datos que pudieran considerar de interés, pues estaba especialmente interesada en retratar la diversidad de los paisajes del Bajo Guadalquivir.
Desde el mismo título, la autora proyecta la contraposición entre los modos de vida de ambos parajes, la ciudad de San Lucas —Sanlúcar— y el hábitat salvaje del coto de Doña Ana —Doñana—, que considera de forma idealizada. Efectivamente, el campo es el espacio idílico donde habitan los personajes sencillos de Fernán Caballero, el edén donde conservan su inocencia, su pureza y su fe en Dios. En Dicha y suerte encontramos las vidas paralelas, pero divergentes, de Vicente, un pobre leñador, y Don Próspero, un nuevo rico. El primero se ha criado en el idílico paraje del coto de Doñana, junto a su padre el tío José y sus dos hermanos mayores: «[...] tenía veintitrés años, a una hermosa figura, a un genio alegre y bondadoso, unía una gran cultura moral que había injerido el padre a toda su familia con solo hacerse respetar, puesto que el respeto es la base de toda verdadera cultura». Como se encarga de plasmar la narradora, ese mismo respeto había engendrado en sus hijos el más entrañable cariño hacia él, pues es muy rara la cosa que se respeta y no se ama. 
     De Rosa, la joven criada en el Coto de Doñana, el narrador nos explica que, aunque criada en la ciudad de Sanlúcar, pertenece a un mundo igualmente tradicional, por lo que cada una de sus acciones deben estar sancionadas por la autoridad paterna. Con todo, si la objeción del padre le impide casarse con Vicente, el joven leñador, ésta no puede variar sus inclinaciones amorosas:

Unía Rosa a esto una de esas índoles de mujer que no tienen más manantial de felicidad o de tormento en la vida que el del cariño, y que no conciben que otro interés ni objeto alguno pueda encerrar la existencia. La docilidad de su carácter era sólo comparable a la constancia de su sentir; su voluntad era nula, menos cuando la regía su corazón; entonces era el suave y resistente junco, siempre cediendo, mas nunca quebrado. 

Pero no solo el coto de Doñana, en que la autora se detiene con morosidad y delectación, es objeto de la mirada romántica de la autora, todo lo contrario. Los barrios Alto y Bajo, la torre moruna transformada en vigía, el Castillo de Guzmán El Bueno y el palacio de los Duques de Montpensier, forman también parte de este recorrido paisajístico y patrimonial de Sanlúcar de Barrameda, una ciudad que se convierte en símbolo de la diversidad paisajística de España (2): «En España, más que en otro país alguno, tienen las provincias diversas y marcadas fisonomías, así como las tienen distintas entre sí los pueblos de una misma provincia. Todo aquel que haya permanecido en ellos y los haya observado con cuidado y con amore podrá haber notado lo que dejamos dicho».

(1). Como explico en mi libro «Fernán Caballero» entre el folclore y la literatura de creación. De la relación al relato (Ayuntamiento de Cádiz / Ayuntamiento de El Puerto de Santa Mª, 1999), los siguientes títulos de capítulos, hasta el quinto, presentan series binarias de sintagmas nominales, unidos también por la conjunción y, pero sin matiz oposicional, sino copulativo. En el capítulo quinto los sintagmas nominales está yuxtapuestos, con matiz causal. El capítulo sexto es una muestra más del gusto de la autora por bautizar a sus personajes con nombres simbólicos.

(2) «La mirada romántica de Fernán Caballero al patrimonio andaluz», en Antonio Gómez Yebra (edit.), Patrimonio Literario Andaluz. Libro Homenaje a Cristóbal Cuevas García, V, Universidad de Málaga, 2013, pp. 91-104.

jueves, 13 de julio de 2017

El rapto de las Sabinas y otras violencias contras las mujeres

Recientemente un amigo me recomendó que leyera este blog de El País y enseguida recordé que cuando recibía clases de cultura clásica en el Instituto un compañero me lanzó lo que él debía considerar un piropo irresistible: «A ti te raptaba yo como a las Sabinas». Lo peor es que, tan asumido tenía esas actitudes machistas, que no me horrorizó tanto la propuesta de mi condiscípulo como el escaso atractivo del enardecido «seductor».

Poussin, El rapto de las Sabinas. Fuente: Wikipedia

    El problema, como señala su autora, Concha Mayordomo, no es la presencia de este tema en el arte, sino que tales delitos puedan seguir siendo justificados como algo «natural». Amparándose quizás como recoge la misma autora, en planteamientos como el siguiente: 

Cuando el objeto erótico es una mujer, la incitación al rapto se potencia porque también, en cierto modo, puso Dios en el mundo a la mujer para ser arrebatada, no digo que deba ser así, pero ¿qué le vamos a hacer si Dios lo ha arreglado de esa manera? Ortega y Gasset, Estudios sobre el amor (Plenitud, 1957),

Así, como recuerdan estos jóvenes Colegui$$$ en esta parodia musical, ya hemos empezado los Sanfermines con un nuevo caso de acoso sexual: Power