Translate

jueves, 30 de enero de 2014

«El talismán. Un relato del sitio de Cádiz (1811-1812)», de Jesús Maeso de la Torre

          Con motivo del Bicentenario de la Constitución de 1812, el Ayuntamiento de Cádiz organizó un Encuentro de Escritores de Novela Histórica, para el que José Calvo, José L. Corral, Eduardo Garrigues, Jesús Maeso y Manuel Pimentel proporcionaron cinco relatos, luego publicados por Almuzara en diciembre de 2008.  


           El título del relato de Jesús Maeso tiene ya cierto sabor de época: «El talismán». Nos recuerda a esos cuentos «de objeto pequeño» que cambian la vida del protagonista. Con el mismo título publicó Emilia Pardo Bazán un cuento en el que, como en otros cuentos de la época, el objeto convoca ciertos presentimientos fatales que luego se realizan, aunque el desenlace permite una doble lectura. En el caso de la obra Maeso, existen además otras concomitancias con la el realismo del siglo en que transcurre la acción. El joven gaditano que protagoniza el relato nos trae ecos galdosianos: 
      «Cerró los ojos para formular su gran deseo. Aquel domingo de febrero, Cádiz, perfumada por un aire liviano, parecía una ciudad tejida de hilos de crisálidas. Rodrigo Centellas, un muchacho del barrio del Pópulo, inquieto y soñador, de cabellos rizados, piel tostada, ojillos claros de gato, y lengua suelta, sesteaba tendido sobre la arena sedosa de La Caleta, cuyas aguas habían robado el azul del cielo» (p. 141).
         Efectivamente, si de un lado el cuento se emparenta por su ambientación con una parte de la novela que publicará tres años más tarde En una tierra libre, por otro lado, remite al imaginario del primero de los «Episodios Nacionales», Trafalgar. Es cierto que la batalla de 21 de octubre de 1805 transcurre varios años antes que la que se narra en este relato, pero a muy poca distancia, pues esta tiene lugar en Chiclana de la Frontera, y, además, como en el relato galdosiano, su protagonista siente henchirse de patriotismo al conocer las noticias de la guerra; claro que el rumbo que toma la acción es diferente, como lo es también su derrotero final.
         Al leer sus apuntes costumbristas sobre la sociabilidad gaditana, no puede dejar de reconocerse la influencia en Maeso del Cádiz de Galdós, como también quizás la de Un siglo llama a la puerta, de Ramón Solís, o la del recorrido dibujado por este mismo autor por las calles de El Cádiz de las Cortes. Si bien, la perspectiva desde la que contempla Cádiz el joven mozo es bastante más amable, como si la colocación que le buscara su padrino, el clérigo liberal Fray Daniel, proyectara su envolvente dulzura: 
      «Hacía tiempo que lo había tomado bajo su protección, antes de colocarlo de mozo chocolatero en la Confitería Cossi, en la calle San Francisco, lugar de tertulia de liberales, de profesores de la Escuela de Arte, de periodistas de El Conciso y de encopetadas damas.  
       Algunos recalcitrantes, y sobre todo fray Vélez, el lider de los serviles de la ciudad, lo tildaban de afrancesado por sus ideas jacobinas, pero no era sino un hombre misericordioso, patriota y filántropo (p. 144)». 

             Cuando llega el momento de la batalla son otros los ecos bélicos que resuenan. Rodrigo será herido pero logrará salir vivo, algo que no pueden contar sus íntimos amigos, que sucumbirán por efecto de una bomba enemiga, cuando pensaban que la coalición hispano-británica había alcanzado la victoria. Justo en ese momento, tiene lugar el clímax narrativo y la deriva final, que actualiza el sentido del cuento y lo distancia de cualquier relato épico, aunque sin dejar de tener cierto sabor histórico. Esta cuestión quedará para la próxima entrada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario está pendiente de moderación.