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martes, 12 de marzo de 2013

«El Cortesano» de Castiglione y el teatro renacentista español

          El Cortesano de Baltasar de Castiglione me parece un clásico, al que conviene volver con alguna frecuencia. En estos días, he vuelto a recordarlo al explicar a los alumnos la relación entre el teatro renacentista de Torres Naharro.

Comedia Himenea, por Teatro DRAN
               De este extremeño suele destacarse su vinculación y superación del modelo del salmantino Juan del Encina, así como la modernidad que le llegó gracias al influjo italiano, concretamente de autores como Bernardo Dovizi  da Bibbiena y su obra la Calandria estrenada en 1513, inspirada a su vez en el Decamerón de Boccaccio y Los gemelos de Plauto. Y, a pesar de que pueda resultar extraño, también el Decamerón y la obra de otros novelistas italianos, como Bandello, fueron fuente de inspiración para nuestros autores dramáticos.  
Cardenal Bernardo Dovizi
         Pues bien, según parece el festivo cardenal Dovizi era una experto animador y un excelente conversador, de modo que Castiglione decidió convertirlo en uno de los personajes protagonistas de El Cortesano. Esa es otra cuestión que he intentado hacerles comprender a mis alumnos: la importancia que tenía en el Renacimiento la conversación y de qué manera la gracia y donosura conversacional se consideraban junto a otras virtudes como una de las cualidades fundamentales de la cortesía. Por eso mismo, Juan Valera, tan buen contertulio, tan amante de la conversación como de la buena literatura, tan aficionado al galanteo y tan admirador del sentido del humor y del ingenio, se hizo una y otra vez eco de la obra de Castiglione. 
         De las muchas menciones que hace Valera en su obra, me gustaría recordar aquella que reivindica para la dama perfecta:

             una cierta afabilidad graciosa, con la cual sepa tratar y tener correa con toda suerte de hombres honrados, teniendo con ellos una conversación dulce y honesta, y conforme al tiempo y al lugar y a la calidad de aquella persona con quien hablare. Y todo esto ha de hacer ella mezclando en sus costumbres sabrosas y moderadas y en la honestidad, la cual siempre ha de andar en todo, una presta viveza de espíritu, que la haga, muy ajena de toda grosería; pero esto con tal manera de seso y de bondad lo haga, que en opinión de todos sea tan buena, prudente y bien criada, cuando graciosa, avisada y discreta.

Porque, para el teatro renacentista y, particularmente, el de Torres Naharro, el asunto del honor y los peligros que debía sortear la dama para guardarlo, ya empiezan a ser motivo de conflicto, como ocurre en la Himenea.

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