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martes, 29 de enero de 2013

«Orgullo y prejuicio», de Jane Austen. Otro Bicentenario




        Hace doscientos años Jane Austen (1775-1817) publicó su novela Orgullo y prejuicio. Escribió, por tanto, en los años en que aún Napoleón -aunque ya por poco tiempo- conocía la gloria del imperio y en Inglaterra Jorge III era aliado de España.
          Son años en los que las ideas sobre los derechos de la mujer de Mary Wollstonecraft han empezado a dar sus frutos y parece que, de alguna manera, Jane Austen se hace eco de ellos.
           Si el joven Darcy se muestra orgulloso de ser quien es, Elizabeth Bennet no lo está menos y por eso no está dispuesta a soportar los prejuicios del apuesto y adinerado joven.
          La editorial Alba ha publicado una edición ilustrada de esta obra.

viernes, 25 de enero de 2013

Darle la vuelta a un cuento. La protagonista de «La Cueva de la Doncella»

          Desde hace ya algunas décadas, algunos escritores se han dedicado a este objetivo, desmontar los cuentos tradicionales, deconstruirlos, deshacer sus tópicos, actualizar su mensaje, reescribirlos en fin. Podría decirse que, en parte, es el caso de este cuento de Ana Rossetti, La cueva de la doncella, donde su protagonista no responde al prototipo de los cuentos, a pesar del tiempo y el espacio legendario en que transcurre la acción.


         «Esto era de cuando las doncellas permanecían en las cuevas de los dragones hasta que un caballero las rescataba. Ninguna estaba allí mucho tiempo, es verdad; a menudo, nada más el dragón comenzaba a descerrajar las mandíbulas, aparecía un caballero, le rebanaba la cabeza al dragón y se llevaba a la doncella para convertirla en buena esposa y prolífica madre de familia

Detalle retocado de lienzo de Paolo Uccello
          Claro que, a veces, el caballero se retrasaba y entonces la doncella tenía que entretener al dragón. Para ello, dadas las dimensiones que las cuevas solían tener, sólo les era permitido contar con un arpa, porque la música amansa a las fieras, o con una rueca, porque entre su zumbido y el girar del huso las hipnotizaba. Pero la doncella de esta historia no contaba ni con una cosa ni con la otra. Con arpa no porque, cuando le tocó el turno a su hermana Rosaura, la muy boba se la dejó en la cueva con gran disgusto de todos, pues era un arpa de familia y se la habían estado pasando de madres a hijas desde el tiempo en el que el rey David la inventara. Y con rueca tampoco pues estaban prohibidas en ese reino desde lo de la Bella Durmiente»



          No obstante, hay una cualidad que la heroína sí comparte con otras jóvenes de leyenda y es que sabe contar historias para entretener a su secuestrador: 


        «Así que no tuvo otra solución que descolgar el tapiz de la cabecera de su cama, enrollarlo y tirar para adelante con él en ristre. 
          Era un tapiz muy curioso con muchas figuras extrañas y, desde que ella podía recordar, se había pasado las noches contándose historias sobre los dibujos. Las historias se entrelazaban, se agrupaban o se expandían inquietantes siguiendo los colores de los hilos. Entre el parpadeo de la lámpara de aceite ella adivinaba manchas raras que a veces eran ojos, lenguas, frutas, pájaros o navíos en animada acción. Nada de lo que pudiera soñar dormida podía comparársele a los fabulosos mundos que entreveía despierta»

          Efectivamente, así comenzará la doncella a «tejer» historias que le permitan disuadir al dragón de acabar con su vida. El tapiz sirve así, no solo de soporte sobre el que urdir cada uno de los cuentos, sino que también puede funcionar a modo de imaginarias «ilustraciones». Claro que esto solo es el comienzo...

viernes, 18 de enero de 2013

Una compañía de baile en los «Cuentos gaditanos»


LXX

C O S A S   D E   A N T A Ñ O.
      ~~~~~~~~~

     La Pautrez y la Quatrini ([1]),
dos bailarinas de antaño,
trajeron enloquecido
al público gaditano;
que acudía presuroso
al veterano teatro,
que llaman el Principal,
a disfrutar con los saltos
las piruetas y los brincos
y los difíciles pasos
de aquellas dos eminencias
del gran arte coreográfico.
Llegó a tanto la pasión,
subió a tanto el entusiasmo,
que por ver las cabriolas
los gaditanos mostraron,
que aquellos buenos señores
tan serios, y encopetados,
tan ricos y tan formales
y enemigos del escándalo,
cual zegríes y gomeles,
cual chorizos y polacos ([2]),
masones y comuneros
o como perros y gatos
por las sílfides, ya dichas
se dividieron en bandos,
tan opuestos y feroces,
exclusivos y encontrados
que apuraron las razones
y apelaron a los palos
como argumento supremo
en pro del ídolo amado,
que cada cual defendía
con empeño tan bizarro,
convirtiendo a cada hora
en campo de pugilato
aquello que más que templo
a las musas dedicado,
parecía a todas luces
un reñidero de gallos.
Y dicen, los que lo vieron
que se llevó a tanto grado
aquella empeñada lucha,
que se dio el siguiente chasco,
que yo quiero consignar
por lo original del caso.
Anunció su beneficio
la Quatrini, un día dado:
¿y qué hacen sus enemigos,
los ardientes partidarios
de su rival la Pautrez?
se juntan en conciliábulo,
van después al botiquín
y compran, sin más reparo,
todas las localidades
disponibles del teatro:
pactan, luego, gran secreto
y se dispersan callados.
Llega la hora de empezar
y con estupor y pasmo
de la mísera Quatrini,
que sabía que tomados
estaban todos los sitios
de la casa, de antemano;
y esperaba verla llena
de amigos y apasionados
que al salir la colmarían
de coronas y de aplausos;
solo vio, cuando el telón
los gallegos elevaron,
el vacío en las lunetas,
la soledad en los palcos,
la orquesta tocando sola
y para colmo de escarnio
a su rival La Pautrez,
con la sonrisa en los labios,
en un palco de proscenio
su venganza saboreando.
                                                     

(1). No es Pautrez, sino Pautret. Se trata de la Sra. María Pautret y de la Sra. Justina Quatrini, ambas integrantes de la compañía de bailes dirigida por el Sr. Andrés Pautret y compuesta, además, por Pascual Aceitún, Juan B. Cozzer, Dolores Lamadrid, Luisa López, Carlota Martelli, Francisco Quatrini y José Rosales. Entre otros bailes representron El paje incosntante. Baile de medio carácter en tres actos. libreto publicado en Cádiz, Imprenta de Carreño, 1814. (Biblioteca Pública de Cádiz, Caja de Teatro, nº 6). 
(2) Se llamó así a los bandos en que se dividían los madrileños aficionados al teatro en el siglo XVIII y comienzos del XIX, que estaban enfrentados según acudieran al Corral de la Cruz o al del Príncipe.

Para más información, remito a mi edición de los Cuentos gaditanos de Pedro Ibáñez-Pacheco.

martes, 15 de enero de 2013

Literatura y tecnología en el informe «El español en el mundo»



 Entre las 300 páginas que recogen el informe del Instituto Cervantes sobre «El español en el mundo», que publica el Instituto Cervantes, en colaboración con Boletín Oficial del Estado se recogen once artículos, que contemplan en primer lugar Informes regionales, donde «se aportan cifras generales sobre la demografía del español y se estudia la progresión de nuestro idioma en las siguientes zonas clave de la región de Asia-Pacífico:  la China continental, Hong Kong, Japón y la India»
           En la segunda parte, «Cuestiones de lengua y cultura hispánica, aborda dos centenarios celebrados en 2012 –los de la Constitución de Cádiz y la Biblioteca Nacional de España- y no podía faltar un estudio sobre las nuevas relaciones entre literatura y tecnología». Bajo el título de «Redes sociales, textovisualidad y transmedia: literatura y nuevas tecnologías»el poeta y director del Cervantes de Nueva York, Vicente Luis Mora, realiza una aproximación a la incidencia de la mediación de las redes sociales y las nuevas tecnologías en la cultura y, por ende, en la literatura.
          En la última parte se pasa revista a la labor docente de la institución
Más sobre el contenido del anuario,  aquí:


viernes, 11 de enero de 2013

Historia del centauro azul (II)

XLV QUARTO DE HORA.
Gulguli-Chemamé vio con sorpresa esta gran risa, y se la aumentó la admiración,  cuando un poco más lejos, pasando delante de una plaza, el centauro aún dio mayores carcajadas a la vista del pueblo que estaba mirando con alegría a un ladrón mozo pendiente de una horca, en que poco antes le habían colgado.
Cuanto más se reía el centauro,  tanto más crecía el pasmo de la princesa de Tesis,  y del pueblo que le seguía en grandes tropas. Continuaban siempre su camino; pero cuando llegaron delante del palacio de Fanfur, y que gritaron «Viva,  viva mil veces el bravo e intrépido Soufél»,  entonces fue cuando el centauro, se reía más fuerte que hasta allí.


El rey baja a la plaza de la mano de Kamcém

A estos gritos bajó el rey a la plaza de su palacio, tenía a la reina Kamcém de la mano. El centauro la miró de hito en hito, después echó la vista sobre las damas de su comitiva,  y examinándolas una tras otra, sus risadas se duplicaron de[1] tal suerte entonces, que el rey y todos los circunstantes quedaron atónitos sobre manera.
Fanfur pregunto a Gulguli-Chemamé la obligación de aquella risa tan desmesurada. Ella le dijo que no sabía la causa, y, habiéndole contado todo lo que pasó desde que cogió al centauro, el rey le preguntó a él mismo; pero no le pudo sacar respuesta alguna. Y, habiéndole hecho encerrar en una jaula doble de hierro,  de que mandó hacer dos llaves, guardó él la una y la otra dio a Gulguli-Chemamé, que no faltaba, como tampoco este monarca,  en ir dos veces cada día a ver al centauro, a quien se hacía todo género de buen tratamiento.
Kamcém, que había hecho la cuenta de estar libre de Soufél, fue grandemente sorprendida de verle volver de un paraje,  donde ella no le había enviado sino para hacerle perecer en él. Su amor cogió nuevas fuerzas a vista de un príncipe tan cabal, y resolvió hacer el último esfuerzo para atraérsele, y le hizo llamar bajo el pretexto de darle el parabién de la victoria.
Gulguli-Chemamé no se atrevió a desobedecer; fuese al gabinete de Kamcém, y la  halló allí sola.
Señor le dice esta mujer, yo os he cubierto de gloria, procurando daros la muerte; básteos esta prueba. Yo os amo, no obstante vuestros desprecios, y no fingiré en confesaros que moriría de sentimiento si a vos os hubiese muerto el monstruo; pero creed que tengo nuevos medios para hacer cierta vuestra perdición, en caso que vuestro corazón insensible no corresponda al excesivo amor que os profeso. Dejaos herir, Señor.
No señora interrumpió Soufél, por más poder que tengáis sobre el espíritu del rey ni vuestros ruegos ni vuestras amenazas me obligarán a hacer nada contra mi deber. Perded las esperanzas, de engañarme y temblad, que por remate no ponga en noticia de este monarca vuestra indigna pasión. 
Kamcém se enfureció con estas palabras.
Pérfido le dice, no llevarás adelante el insulto que haces a mi hermosura.
Al mismo tiempo, se arañó la cara, gritó con todas sus fuerzas, y, mandando a muchos eunucos, que a sus gritos habían entrado en su aposento, arrestar a Soufél, corrió toda bañada en lágrimas, a pedir venganza al rey del ultraje que el príncipe de la Georgia acababa de hacerla, intentando manchar su honor.
[Continuará]



[1] Corrijo la errata «del» por «de».

martes, 8 de enero de 2013

«El libro infinito». Origen y sentido del blog

          Aunque este espacio está abierto a la literatura en general, en la selección de los textos primará la idea de que las obras literarias conforman un libro infinito de creaciones que dialogan entre sí, que se interrogan, discuten y replican a través de los tiempos. 


          Lógicamente, los temas sobre los que versa este diálogo infinito son muchos y entre ellos me ha interesado particularmente el de la reflexión sobre el propio proceso creador y sobre el propio acto de contar; por eso también cobran particular relieve los personajes que cuentan historias, especialmente si, como en el caso Sherezade, contar es vivir.
           La idea es llegar a construir un hipertexto que permita enlazar todos estas obras, aunque de momento en un blog de este tipo no pueda realizarse la conexión ideal entre ellos. Por eso, este es un banco de pruebas que permitirá construir más adelante ese hipertexto.

lunes, 7 de enero de 2013

Bécquer y Valera, a propósito del beso.

         Como tuve ocasión de analizar en  «Una lectura de El Cortesano de Castiglione. A propósito del amor y del beso», aunque Valera era admirador de esta obra de Castiglione, sin embargo, no creía en la existencia real de ese amor platónico, tal como puede comprobarse en sus novelas y cuentos. No obstante, sí concedía al amor una capacidad regeneradora, creadora, estimulante del ser humano y del artista en particular.


         Es posible que Juan Valera conociera la rima XXIV de Bécquer, puesto que es un poeta al que admira y en ese sentido no sería del todo extraño que cuando Valera escribió este cuento en Viena en 1894 tuviera sus Rimas presentes, junto a otras referencias. En todo caso, el beso final de su cuento El Hechicero recupera este motivo que es clásico, por otra parte, del platonismo:

          «Ricardo le selló la boca con un beso prolongadísimo y la ciñó apretadamente entre los brazos para que ya no se le escapase. Ella le miró un instante con lánguida ternura, y cerró después los ojos como en un desmayo.
Los pájaros, las mariposas, las flores, las estrellas, las fuentes, el sol, la primavera con sus galas, todas las pompas, músicas, glorias y riquezas del mundo imaginó ella que se veían, que se oían y que se gozaban, doscientas mil veces mejor que en la realidad externa, en lo más intimo y secreto de su alma, sublimada y miríficamente ilustrada en aquella ocasión por la magia soberana del Hechicero.
Silveria le había encontrado, al fin, propicio y no contrario. Y él, como merecido premio de la alta empresa, tenaz y valerosamente lograda, hacía en favor de Silveria y de Ricardo sus milagros más beatíficos y deseables».

          Las diferencias entre uno y otro texto son también patentes, pues a pesar del encanto poético con que Valera retrata la escena, es también notable su carga erótica, que el egabrense trata de moderar con las referencias a una naturaleza armónica, pero no deja de aludir también a unos seres que «se gozaban». Lo sublime se modula con lo erótico, pues Valera no cree en la existencia de un amor libre de pasión, libre de gozo carnal.
Novelas como Rafaela, la Generosa, Pepita Jiménez, El comendador Mendoza, y cuentos como El duende beso, Garuda, y El hechicero, por destacar algunos de las obras más significativas a este propósito, muestran bien a las claras de qué manera Valera disfruta recreándose en la sensualidad, en el erotismo -contenido eso sí, para sus lectores bienpensantes- que se hace mucho más explícito en las cartas que escribió desde su estancia diplomática en Brasil.  
La rima de Bécquer, a pesar de ser una de las más luminosas que compuso sobre el tema amoroso, no llega a alcanzar el optimismo vitalista de Valera y es que Silveria, su protagonista, es uno de los personajes más positivos, más vitales, de entre los creados por el escritor egabrense. Un personaje que, sin embargo, no encuentra fácilmente el amor, antes debe recorrer un camino tortuoso, laberíntico, para conocerse a sí misma y así alcanzar a su hechicero. En todo caso, el beso es aquí también la fusión de las almas, la unión ideal que recompensa la lucha por alcanzar el encuentro con el amor.

viernes, 4 de enero de 2013

La Rima IV de Béquer y la creación poética

           Cuando se comentan las Rimas de Bécquer, suele distinguirse un primer grupo conformado por las once primeras, en las que el autor aborda el tema de la poesía, de su creación, de su origen. Efectivamente, esta rima IV es en sí misma metapoesía, pues utiliza el poema para ilustrar las diversas fuentes de poeticidad, el múltiple origen de la inspiración.

«Rima»

No digáis que, agotado su tesoro, 
de asuntos falta, enmudeció la lira; 
podrá no haber poetas; pero siempre 
habrá poesía. 
Mientras las ondas de la luz al beso 

palpiten encendidas, 

mientras el sol las desgarradas nubes 

de fuego y oro vista, 
mientras el aire en su regazo lleve 
perfumes y armonías, 
mientras haya en el mundo primavera, 
¡habrá poesía! 

Mientras la ciencia a descubrir no alcance 

las fuentes de la vida, 

y en el mar o en el cielo haya un abismo 

que al cálculo resista, 
mientras la humanidad siempre avanzando 
no sepa a dó camina, 
mientras haya un misterio para el hombre, 
¡habrá poesía! 

Mientras se sienta que se ríe el alma, 

sin que los labios rían; 

mientras se llore, sin que el llanto acuda 

a nublar la pupila; 
mientras el corazón y la cabeza 
batallando prosigan, 
mientras haya esperanzas y recuerdos, 
¡habrá poesía! 

Mientras haya unos ojos que reflejen 

los ojos que los miran, 

mientras responda el labio suspirando 

al labio que suspira, 
mientras sentirse puedan en un beso 
dos almas confundidas, 
mientras exista una mujer hermosa, 
¡habrá poesía!


          Así, la poesía aparece independiente de su creador, porque aquí no se contempla la poesía como el producto de la creación poética, sino como la fuente de la que puede manar. Bécquer quiere convencernos de que si la obra no surge no es por falta de motivos inspiradores, sino de creadores que sepan descubrirla y convertir esas posibilidades en acto, esas virtualidades en realidad, en poesía.
           El origen del posible entusiasmo creador es, como decía, múltiple y se encuentran en las maravillas de la naturaleza, en los misterios que se resisten a la razón, en la complejidad del sentimiento y en el amor y la belleza, porque aquí, como en la rima XXIV, aparece de nuevo el motivo del «beso de las almas».
          En fin, desde el punto de vista de Bécquer, el verdadero poeta es aquel capaz de descubrir a los ojos de los demás el misterio que se oculta a la mirada del resto de los hombres, aquel ser sobrehumano cuya inspiración divina le permite sacar a la luz la magia que encierra el universo. Esa es la misión semidivina del poeta, tal como se interpretaba en el Romanticismo y muy particularmente entre los románticos alemanes.